En cuanto al faraón, hay que destacar dos elementos, la legitimidad y la amplitud de poderes.
La legitimidad venía por el carácter divino que se transmitía por vía maternal. Este carácter divino venía del deseo de Amón, por lo que era frecuente que el Gran Sacerdote de Amón eligiera al rey.
Ya al final de la dinastía, el poder real se iba debilitando por lo que algunos sacerdotes llegaron a sustituir a los reyes.
En principio, todos los poderes estaban en manos del faraón, pero la amplitud del estado hizo necesaria también la amplitud de poderes hacia los altos funcionarios, que dirigían la administración y el ejército, a cuya cabeza estaba un representante de la familia real.
La política de conquista condujo a la creación de un ejército profesional, formado por egipcios y mercenarios procedentes de otras regiones.
Frecuentemente, los mandos del ejército se hacían cargo del botín y los premios, lo que dio origen a una aristocracia militar. Era tan importante, que algunos de los jefes del ejército llegaron a ser generales.
Marta Pérez (Akesha)
Amón
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