domingo, 30 de agosto de 2015

Estatuilla de Hetepdief del Museo de El Cairo.



Con la III Dinastía se inicia un período de esplendor en la historia de Egipto, que marca el nacimiento de la primera época clásica.

La capital fue establecida en Memphis (Bajo Egipto), al ser fundada esta dinastía por Dyoser hacia el 2.650 A.C.
Tal esplendor del país se ver reflejado en su arte. Es la época en que se desarrolló plenamente la estatuaria, el relieve y la pintura, surgiendo a su vez un gran numero de tumbas e hipogeos no solo reales, sino también particulares.
En la épica predinástica y tinita, la escultura era más frecuentemente representada en madera marfil, utilizándose la piedra como elemento principal hacia la III Dinastía.
Hecha la pequeña introducción, pasamos a la imagen que nos ocupa.
La estatua pertenece a la III Dinastía (Aproximadamente del 2.650 A.C.). Fue hallada por el arqueólogo James E. Quibell en 1.888 en la ciudad de Memphis. Actualmente se encuentra en el Museo del Cairo.
Es una estatuilla de 39 cm de alto, y 18 cm de ancho. Pertenece a Hetepdyef, probablemente sacerdote del culto a los Reyes de la II Dinastía.
Está hecha en granito rojo, roca de origen volcánico, muy pesada y resistente, material frecuentemente utilizado en el arte del Antiguo Egipto, hasta la época Tolemaica inclusive. Posiblemente era extraído de las canteras de Assuan, ya que ese era el punto de extracción de granito rojo de Egipto.
En ella se pueden observar varias de las características del arte egipcio antiguo:
Se trata de una estatua de bulto redondo. Las estatuas de bulto redondo empiezan a alcanzar la perfección ya al final del Dinástico temprano, manteniendo un canon básico, independientemente de que se tratara de pequeñas figurillas votivas o enormes colosos, que no variará sustancialmente a lo largo de la historia.
La estatua guarda la frontalidad, está hecha para ser vista de frente, con pocos detalles en su parte posterior, salvo las incisiones que forman el cabello, o la línea que delimita el faldón. Ésta es una característica muy representativa en el Antiguo Egipto, ya que la estatuaria se utilizaba para representar la esencia de la persona, y no se creía necesario representar con tanto detalle la parte trasera.

Es completamente simétrica, exceptuando unas señales en su hombro derecho, que se trata de los nombres incisos de los tres primeros faraones de la II Dinastía, de los que posiblemente fuera sacerdote de culto. Éstos son Hetepsejemuy (aprox. 2890- 2865 A.C.), Raneb (aprox. 2865- 2826 A.C. ) y Nynetjer (aprox. 2826- 2790 A.C.). Para guardar la ley de la simetría, cualquier figura, independientemente de su posición, debe tener un plano central imaginario que lo atraviese a lo largo de la columna vertebral, dividiéndola en dos mitades exactamente iguales pero simétricas. Este es el caso de la estatua de Hetepdyef.
Se ve claramente la representatividad: el arte egipcio no se creaba por el mero hecho de representar la belleza o la intencionalidad del artista, sino siempre por una finalidad. En este caso su función es religiosa. La postura de la estatua, de rodillas, es claramente de oración, ya que era una postura común en los ritos religiosos. Podría tratarse de una estatua ubicada en algún lugar preferente de culto de los reyes cuyos nombres lleva incisos.

Se observa gran contraste entre zonas sencillas y otras con detalle: se observa una gran diferencia entre la cabeza y el resto del cuerpo. En el Antiguo Egipto, desde los principios del período dinástico (predinástico y temprano) se conocía perfectamente la anatomía humana, pero se le daba una forma idealizada. En la mayoría de estatuas,la cabeza está cuidada y posee gran realismo, mientras que el cuerpo es rígido y estático. Es el caso de la estatua de Hetepdyef. En primer lugar, diferencia de tamaño, siendo la cabeza algo desproporcionada. En segundo lugar, la diferencia de detalles; el cuerpo es muy simple, observándose solamente la línea del faldón corto por la parte de atrás, y la señalización de brazos y manos de formas geométricas, por delante. En cambio, la cabeza está repleta de detalles. El cabello es la representación de una peluca corta, enmarcando la cara, hecho a base de incisiones verticales sobre líneas paralelas horizontales. La cara está perfectamente representada, con ojos grandes y profundos, con señales de cromatismo en ojos y cejas (delineadas en tinte de color más oscuro las cejas, pupila y bordes de los párpados superior e inferior), nariz recta y pómulos y labios marcados. El cuello es corto y ancho (común en las esculturas de la época antigua). Está colocado sobre una base que, aunque no se aprecia, pienso que debe contener alguna inscripción referente al nombre o función del personaje.
Mantiene la característica de ser una estatua tallada en un bloque único de piedra, con los brazos y las piernas completamente pegados al cuerpo. Desde el comienzo, las esculturas se realizaban sobre bloques de piedra cúbicas o en forma de prismas rectangulares, con pautas o dibujos sobre los que se esculpía.

Es estática e intemporal. En las primeras etapas del Antiguo Egipto, no se buscaba el movimiento, sino la representación de la esencia o función del personaje. Las artes figurativas, como es el caso de la escultura, no buscan el movimiento, sino la creación de otro mundo en que las cosas ni se destruyen, ni cambian con el tiempo, sino que permanecen inmutables e intemporales. Siempre se ha tratado de encontrar un canon que fuera modelo a representar sin límite de tiempo ni lugar.
Como observación personal, la estatua transmite un estado de apacibilidad y sosiego, en posición y gesto del rostro, muy característico de la posición de oración en distintas religiones a lo largo de la historia. Una imagen que parece estar dotada de vida, y por la que no parece pasar el tiempo.

Marta Pérez (Akesha)



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