MATRIMONIO EN EL ANTIGUO EGIPTO
Ninguna ley egipcia obligaba a las mujeres a
depender de los hombres. De hecho, la mujer soltera también tenía bienes y
autonomía jurídica para administrarlos. Los documentos que constataban dicha
independencia se remontan a la XXII dinastía, aunque sabemos que era una
costumbre arraigada desde el Reino Antiguo.
Aunque la mayoría prefería casarse, sin límites de
edad. Normalmente, entre 12 y 14 años las mujeres y los 16 en los hombres
podían casarse y tener hijos. Nadie podía impedírselo y su pareja la elegía
ella, no la familia, como en otras civilizaciones. Aunque, por respeto, solían
solicitar la aprobación de los padres.
Además, a las egipcias no se les prohibía tener
relaciones sexuales antes del matrimonio, ya que la virginidad para ellos no
era importante. Eso sí, una vez organizado el matrimonio, los esposos se debían
fidelidad.
En algunas circunstancias se realizaba, incluso, una
especie de “matrimonio temporal”, como en período de pruebas. El que rompía
este período debería dejar al otro la mayor parte de las posesiones. Hay
evidencias en tres textos de Tebas, en que se habla de un período de prueba de
7 años.
El matrimonio en el Antiguo Egipto se producía
simplemente por construirse una casa e irse a vivir juntos, sin rituales, ni
obligaciones administrativas. Era sólo un acto social, llamado Gereg per
(fundar una casa). Para ello, cuando había medios, se celebraba una fiesta familiar,
como hace referencia la “Novela de Setna”, de época tardía.
Las palabras “tú eres mi marido” y “tú eres mi
mujer”, eran suficientes para sellar la unión.
Al marido se le exigía un contrato verbal, por si el
matrimonio fracasaba o abandonaba a su mujer, le entregaría ciertos bienes, más
los aportados por ella al matrimonio. También podían firmar un documento
privado que detallaban los bienes de cada uno.
Las causas de separación son similares a las
actuales: desacuerdos, adulterio, infertilidad, deseo de estar con otra
persona, etc. Aunque si la causa era la
esterilidad, los moralistas recomendaban no divorciarse, sino adoptar un hijo.
Si la causa no era aceptable, sería juzgado por un
tribunal y le costaría caro. Pero los matrimonios eran muy estables, debido
sobre todo a la gran carga económica para uno de los cónyuges. El divorcio no necesitaba
ningún documento, simplemente que uno de los cónyuges dijera al otro “te
repudio”.
Libertad para casarse, y para divorciarse, nos da
idea de la gran independencia de la mujer en el Antiguo Egipto, lo que en otras
civilizaciones contemporáneas a la suya o posteriores, no vieron bien.
Las mujeres también conservaban el nombre y apellido
de solteras, ya que el nombre formaba parte
de los elementos vitales que necesitaban para el paso al más allá.
Respecto a la poligamia o poliandria, no era
frecuente en el pueblo llano. Las representaciones en tumbas de dos mujeres o
dos maridos, no suelen ser de relaciones simultáneas, sino sucesivas. La
poligamia era más frecuente en la realeza, donde esposas y concubinas formaban
parte de una institución poderosa llamada el “harén real”.
Respecto al tema del incesto, no se daba realmente
tal y como lo vemos hoy. El esposo llamaba hermana a su mujer y viceversa. En
el caso de la realeza, se dieron casos de matrimonios entre hermanastros o
entre padres e hijas, para preservar la
pureza de la sangre.
Pero, ante todo, el matrimonio era la estabilidad a
que todo el mundo aspiraba.
Marta Pérez (Akesha)
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