EL ESTATUTO GENERAL DE LA MUJER EN EL ANTIGUO EGIPTO
Desde el principio de la civilización del Antiguo
Egipto, la mujer era considerada ciudadana jurídicamente igual que el hombre,
las personas disfrutaban de paridad en la creación, al igual que las parejas de
los dioses creadores estaban formadas por un principio masculino y otro
femenino en total igualdad.
Por tanto, Egipto fue el único país en el que la
mujer disfrutaba de un estado legal igual que el del hombre. La mujer podía
poseer bienes, hacer compras o contratos sin autorización de ningún hombre. Lo
interesante de este hecho es que en la mayoría de civilizaciones, incluso mucho posteriores,
estas tareas siempre estaban en manos masculinas, sin que la mujer pudiera ser
poseedora o siquiera opinar sobre el tema.
Desde que cumplía la mayoría de edad o se casaba, la
mujer era completamente libre, y el hecho de estar casada o tener hijos, no
suponía ningún cambio en este aspecto.
Esta mujer no se sometía a la tutela, como en otras
civilizaciones, aunque debía respetar a sus padres, por moral.
Era libre de casarse con quien quisiera, aunque, por
respeto, pedía permiso a sus padres. Podía heredar, y disponer de sus bienes
como quisiera.
Esta libertad llegó a tal punto, según los
historiadores, que Ptolomeo Filopator revisó el derecho egipcio, de manera que
volviera la igualdad entre los sexos, ya que las mujeres se habían aprovechado
hasta el límite.
Desde el Reino Medio se conoce que la mujer es
nombrada por su nombre de soltera, incluso después de casada. Aunque al
casarse, se le ponía delante en los escritos, el nombre nebet-per (señora de la
casa).
Ya desde el Reino Antiguo, tenía los mismos derechos
legales que el hombre, aunque tenía unos requisitos para casarse, como ser
virgen y no cometer adulterio posteriormente.
Cada miembro de la familia tenía sus propias
posesiones, y podía disponer de ellas a su antojo. La mujer no se encontraba
bajo la tutela del marido, ni de ningún varón de la familia, y podía comprar,
vender o arrendar casas y tierras.
Cuando los padres morían, los bienes pasaban a los
hijos, de forma equitativa sin diferencia entre los sexos. Eso si, si los hijos
no cuidaban de sus progenitores, podían ser desheredados.
En el tema jurídico, podía llegar a acuerdos con
cualquier persona, y si cometía un delito, era igualmente perseguida y
castigada. Aunque cuando se trataba de castigos físicos, eran menores para las
mujeres que para los hombres.
Marta Pérez (Akesha)
No hay comentarios:
Publicar un comentario