HOWARD CÁRTER
Nació en Inglaterra el 9 de Mayo de 1.874. Sus padres eran Samuel y Martha Joyce Cárter. Era el menor de 11 hermanos, y su padre era un pintor reconocido en Gran Bretaña.
Cárter era un hombre solitario, excéntrico, amante de la naturaleza y de los largos paseos. Muy inteligente y gran artista, aunque no pudo terminar sus estudios por enfermedad. Nunca se casó, pero se le conoce una amante.
Desde niño, su padre lo relacionó con una familia de aristócratas, amantes de la cultura del Antiguo Egipto, los cuales le transmitieron el interés por este país. Fueron los primeros que le dieron la oportunidad de viajar a Egipto. Con su recomendación, además de su facilidad para el dibujo, le consiguieron un puesto en una excavación. Con sólo 17 años, y tras un corto período de formación, de tres meses, en el Museo Británico, comenzó su aventura.
En 1.891 llegó a Alejandría y tras visitar El Cairo, fue hacia la excavación. Allí trabajó bajo el mando de Petrie, del que aprendió mucho en el campo de la arqueología.
Cuando consideró que era capaz de trabajar como arqueólogo, se fue a Luxor. Desde allí, fue contratado para restaurar los relieves del templo de la reina Hatshepsut. Era tan bueno en su trabajo, que se ganó un buen nombre en este campo.
En 1.899 conoció a Maspero, jefe de antigüedades egipcias, que, sabiendo el talento que tenía Cárter, lo nombró inspector jefe de antigüedades del Alto Egipto. Su espacio de trabajo abarcaba monumentos tan conocidos como el Templo de Abu Simbel, Luxor, Karnak, Philae y el Valle de los Reyes. Su misión era proteger los monumentos de la destrucción y de los ladrones y expoliadores, así como facilitar el acceso a éstos a los turistas.
Tras 5 años, lo nombraron inspector jefe de antigüedades del Bajo Egipto, trabajando en El Cairo, Giza y Saqqara, entre otros lugares arqueológicos. En Saqqara, tuvo problemas con un grupo de franceses y sus trabajadores, ante lo cual, apoyó a éstos últimos. Cárter siempre hacía lo que creía justo, sin tener en cuenta qué era lo que se esperaba de él. Tras el incidente, dimitió del cargo y se dedicó a la pintura y la guía de turistas por el territorio egipcio.
Tres años más tarde conoció al conde de Carnarvon, quien, en 1.903, le contrató como el hombre más idóneo para llevar a cabo una excavación financiada por él. Durante varios años, realizaron diversos trabajos, en diferentes lugares, aunque su sueño era el Valle de los Reyes. Esta zona estaba acaparada por los americanos, bajo el mando de Theodor Davis, que tenía la exclusividad.
Esperaban encontrar alguna tumba intacta, ya que nunca se había descubierto ninguna. Durante sus excavaciones, estalló la Primera Guerra Mundial, y tuvieron que prestar servicios a su país, con lo que se paralizaron los trabajos.
En 1.917 Davis terminó en el Valle de los Reyes, y pudieron empezar a excavar allí. Cárter sabía que aún quedaba por hallar la tumba de Tutankhamon, y no perdía la esperanza. Descubrieron un foso con numerosos objetos con el nombre de Tutankhamon, pero no era la tumba real, aunque debía estar cerca, según las evidencias.
Peinaron el Valle, entre las tumbas de Ramsés VI, Merenptah y Ramsés II, buscando una entrada. En 1.922, tras cinco años de excavación, una fortuna invertida y sin resultados palpables, Lord Carnarvon decidió abandonar. Pero Cárter lo convenció para terminar la excavación.
El siguiente otoño se reanudó, y, accidentalmente, se descubrió un escalón. Excavando, llegaron a una puerta cerrada en la que había sellos reales aparentemente intactos. Envió un telegrama a Lord Carnarvon, que decía lo siguiente:
"Por fin hemos hecho un gran descubrimiento en el Valle. Una tumba magnífica con sellos intactos, recuperados para su legada. Felicidades. Cárter". (Telegrama de Howard Cárter a Lord Carnavon)
El conde y su hija Evelin fueron a Egipto de inmediato, y tras un viaje de más de dos semanas, llegaron a la excavación. Al retirar los escombros, descubrieron el sello que decía "Tutankhamon". Imagino el sentimiento que invadiría a aquellos hombres al ver por fin el fruto de sus diez años de trabajo en excavaciones, al sentir que habían encontrado la primera tumba intacta del Antiguo Egipto. Ver objetos que nadie había visto en milenios, tocarlos, abrir puertas selladas…debió ser impresionante.
Al traspasar la puerta, tuvieron que despejar todo un pasillo de escombros, llegando hasta otra puerta. Cárter la agujereó con una barra de hierro. Con una vela, pudo ver poco a poco el interior:
"Al principio no podía ver nada. El aire caliente que escapaba de la cámara del tesoro, hacía vacilar la llama de la vela. Pero luego mis ojos se fueron acostumbrando a la luz. Detalles del interior de la sala fueron emergiendo lentamente de la neblina. Extraños animales, estatuas…y oro, por todas partes el brillo del oro…" (Howard Cárter).
Ampliaron el agujero y entraron todos. Vieron el tesoro más grande descubierto hasta el momento:
"El día de los días. El más maravilloso que he vivido y que seguramente viviré jamás" (Howard Cárter).
Probablemente esa noche no dormirían, imaginando, peguntándose miles de cosas, soñando despiertos con otros tiempos…
La tumba sería abierta oficialmente tres días más tarde por las autoridades egipcias, no sin antes volver a ser visitada clandestinamente por Cárter y sus colegas. Éste, Lord Carnarvon, Evelin y otro colega, atravesaron en secreto la última pared, por un agujero, para descubrir el enorme sarcófago dorado.
El 29 de noviembre de 1.922 fue la apertura oficial de la tumba, con gran publicidad y expectación en todo el mundo.
Cárter organizó un grupo de arqueólogos magnífico, con el que seguir excavando la tumba, sacando y catalogando cada objeto de su interior, con descubrimientos casi diarios de nuevas piezas.
A su vez, era acosado por la prensa, y los turistas, lo que no iba en absoluto con la personalidad del arqueólogo. Por otro lado, comenzó una batalla entre la expedición de Cárter y las autoridades egipcias sobre el control del proyecto y de los objetos encontrados en la excavación. Todo esto le hacía perder el control de la situación.
Para empeorar la situación, se unió la leyenda de la maldición, tras la repentina muerte de Lord Carnarvon por la picadura de un insecto que le provocó fiebres e infección en la sangre. Murió el 6 de abril de 1.923, a los 57 años.
Cárter estaba solo para abrir el gran sarcófago dorado. Corrió los cerrojos, rompió el sello, y entró en la cámara. Una tras otra, fueron abriendo las cuatro cajas hasta llegar al sarcófago de cuarcita. El 24 de Febrero de 1.924, se abrió la tapa de granito del sarcófago, y tras apartar numerosas vendas de lino, llegaron hasta la máscara de oro de Tutankhamon.
©Máscara funeraria de TutanKhamon
El gobierno egipcio no dejaba de presionar por el control, hasta que, por diversas razones, le quitaron la licencia para excavar. Cárter se dedicó a dar conferencias por Europa y América.
En 1.925 regresó a Luxor. El gobierno había cambiado, y deseaban que Cárter retomara la excavación. La única condición era que el tesoro se quedara en Egipto. Cárter accedió, ya que su interés era científico.
Continuó, abriendo el sarcófago y realizando una autopsia de la momia. Tutankhamon era un hombre muy alto (1´85 m) y muy delgado, de unos 18 años.
Cárter siguió unos siete años más en el proyecto, descubriendo y catalogando numerosos objetos. Tras el fin de la excavación, regresó a Londres, donde se dedicó a negociar con antigüedades y a dar conferencias. El gobierno británico nunca valoró ni recompensó el trabajo de Cárter.
El 2 de Marzo de 1.939, murió en la sola compañía de una sobrina.
Howard Cárter nos ayudó a saber un poco más sobre el faraón niño. Lejos de ser un cazador de tesoros, fue un magnífico egiptólogo a quien al final, todos abandonaron. Pero se fue al otro mundo habiendo cumplido su sueño, y eso, es algo por lo que merece la pena vivir.
Marta Pérez (Akesha)
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