jueves, 11 de noviembre de 2021

RELATOS A LA SOMBRA DE LA ACACIA: NEHESI

 Hoy os dejo una publicación muy especial. Es un Relato fantástico de mi amigo Sebet, que, aunque lo escribió hace algunos años, hoy ha querido compartirlo con todos. Os trasladará al Antiguo Egipto desde la primera línea....

Si vais a compartirlo, recordad que debéis poner la fuente y el autor, pues tiene Copyright. Sed felices!!!!!

 

Yo, Sen-en-Mut, por voluntad de nuestra Señora, la Reina de las Dos Tierras, quiero narrar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos días, ya lejanos, cuando el mundo y los dioses nos sonreían.

 

Soledad.

Desde éste, mi retiro, que es todo el mundo que me queda, vuelvo atrás la mirada para recordar tantas cosas como sea capaz antes de que llegue mi hora y los dioses me llamen a su lado.

Vienen a mi memoria aquellos años felices vividos junto a mi Señora. Toda una vida dedicada a ella y a nuestra Neferu-Ra.

Alguna lágrima humedece mis mejillas.

¡Cuánto echo de menos su presencia, su cariño, su amistad y su alegría! Qué gran honor el haber contribuído a engrandecer su gloria llevando a cabo lo por ella encomendado.

Ansío descansar cerca de ella. Espero que mis fieles amigos puedan cumplir mi voluntad de ser enterrado en la tumba que excavé cerca de la suya. Sólo anhelo estar a su lado por toda la eternidad...

 

Pero no voy a escribir sobre mí, sino a contar un viaje. Un viaje que fué importante para la historia de mi país, para mi Reina y para Nehesi.

 

El ave de Thot pasa muy cerca de mí a orillas del río y se lleva mi mente consigo que se eleva huyendo del fango. La brisa me trae recuerdos de navegantes, de barcos, de expediciones, de aventuras... de mar. Con esfuerzo, mi mente vuelve a tierra, a la existencia de cada día, a la prisión de este cuerpo ajado y envejecido pero aún con ganas de vivir.

 

¡Ah, Nehesi! Mi compañero de estudios en la Casa de la Vida, mi amigo en todas las etapas de mi vida, mi hermano mayor….

 

Aún puedo recordar cuando nuestra Reina nos mandó organizar la expedición al País de Punt. Él fue propuesto jefe de la misma, y quiso que yo le acompañase.

¡Tuve el honor de ir con él!

 

Nehesi era un militar de carrera. De piel oscurecida por toda una vida al sol de los wadis y a la brisa marina. Era una persona afable y un profesional consciente de su responsabilidad, estimado por sus colegas y admirado por sus hombres.

Era activo y emprendedor. Siempre pronto a comenzar algo. Siempre dispuesto a descubrir, a emprender.

Curioso, valiente como pocos y muy impulsivo… 

 

Inmediatamente se convirtió en el alma de la misión.

Su experiencia como navegante era inmensa, como militar había comandado innumerables misiones tanto al Sur como a las fronteras del Este y del Oeste, donde eran numerosas las escaramuzas con las tribus y reinos locales.

 

Pero volvamos al viaje, no dejéis que mis divagaciones seniles os aparten de nuestro tema. Todo transcurrió de la manera que contaré:

 

En el año séptimo de su reinado, nuestra Señora nos llamó a Nehesi y mí a palacio. Quería hacernos partícipes de su política a seguir: Al contrario de la política de los reyes que la precedieron, basada principalmente en el poder militar, Ella estaba convencida de que una buena administración, alianzas con los países de nuestro entorno y el fomento del comercio serían una buena alternativa al puro sometimiento de la conquista.

 

Recuerdo que Nehesi era de esta manera de pensar (¡a pesar de su formación militar!). Se mostró de inmediato de acuerdo porque era consciente, como Ella, de que nuestro país no debería necesitar una permanente posición de fuerza para mantenerse en el entorno. Por ello animó a Su Majestad a planificar el envío de una expedición a la tierra de Punt, combinando comercio y política en una estrategia distinta a la habitual.

 

Posteriormente vino para comentar las alternativas que él veía sobre la expedición. Supongo que querría contrastar las posibilidades conmigo, alguien ajeno a estas estrategias.

Sabía de mis escasos conocimientos en materia militar y de mis casi nulos sobre barcos. 

 

Me puso en antecedentes explicándome que las rutas marítimas eran conocidas desde antiguo, pero por muy pocas personas pues solían ser secretas y de ámbito exclusivo del gremio de navegantes y por tanto fuera del conocimiento general.

 

Me dijo: - “ Como sabes, desde antiguo se establecieron rutas comerciales con los países más allá del Gran Mar incluyendo los países ribereños del mar Rojo. Incluso alguna vez nos hemos aventurado mucho más allá, hasta lo que llaman Persia, también hasta la India. El país de Punt forma parte de una antigua e importante ruta que va desde el mar Rojo, a través de los canales del Nilo y el Delta, al mar Mediterráneo, hasta la ciudad fenicia de Biblos.”

 

- Existe un antiguo relato donde un marino dice: "... habiendo partido con mis amos, los príncipes y jefes del tesoro, Teti y Khui, a Biblos y Punt, viajé por estos países once veces.“ - me dijo.

 

- Como puedes ver, este tipo de viajes no son nada nuevo.  Por otra parte -me confesó - creo que esta misión será de gran valor para mi carrera. Es decisivo que la lleve a buen término, con tu ayuda, claro. Es muy importante para Su Majestad.

 

- Ya tengo pensado cómo desarrollarla. Creo que la idea primordial es unir al fin real de la cuestión, que es crear una política de alianzas, una conveniente apariencia comercial que, además, nos resulte muy provechosa. Mientras, podremos recopilar valiosa información sobre política, tecnología, riqueza, conocimientos y cultura.

 

Me explicó que, teniendo en cuenta la duración y los posibles riesgos del viaje, había calculado sería necesaria una flota de por lo menos cinco naves grandes, de las de treinta remeros, con gran capacidad de carga y aptas para navegar por mar: 

Un tipo de embarcación que yo desconocía porque estaba habituado sólo a las del Nilo.

 

Como comprenderéis, no podía opinar en muchas cosas técnicas de las que Nehesi me hablaba, simplemente asentía y le ofrecía mi escaso consejo en lo que sabía o veía lógico.

Él tenía las ideas muy claras.

 

Muy pronto fuimos a dar cuenta a Su Majestad de lo que habíamos hablado.

 Ella nos escuchó en privado y decidió que era hora de discutir los detalles con los órganos competentes. Así pues, Nehesi convocó a los escribas de su Majestad y a los principales jefes de equipo.

Yo estuve presente.

 

Tras su exposición y después de algún intercambio de opiniones, básicamente todos estuvimos de acuerdo con su propuesta. De acuerdo con el plan, se pensó en encargar la construcción de los navíos a maestros carpinteros de Biblos, que eran los mejores en construcción de naves para mar abierto y luego de sopesar algunas alternativas, se acordó que el lugar de entrega sería la orilla del mar Rojo.

Para ello se enviaron correos y tras complejas negociaciones se convino la fecha de entrega en el lugar previsto. 

A continuación tocó decidir la mejor ruta hacia nuestro lugar de embarque.

Como conocía bien el tema, Nehesi propuso que tomásemos la antigua ruta de Henenu que cruzaba el desierto y terminaba en el mar Rojo, en el lugar donde embarcaríamos.

Y así se acordó.

 

La primera parte de la expedición, hasta los barcos, se haría por tierra llevando los pertrechos necesarios para el viaje a través del wadi Hammamat en una caravana de asnos.

El resto se haría navegando.

 

La operación estaba ya en marcha.

A las afueras de Koptos se ordenó montar el campamento para los preparativos. Éste sería el punto de partida.

 

Como podéis imaginar, por allí pululaba una gran cantidad de personas: soldados, marineros, mercaderes, caravaneros y artesanos de todo tipo. Toda una pequeña ciudad que bullía de actividad preparando la próxima expedición.

 

En la fecha fijada partimos en dirección Sureste, atravesando el desierto.

Ya en camino, Nehesi me llevó a unas canteras cercanas a la ruta, donde me mostró emocionado una inscripción en la piedra en memoria de la expedición de Henenu.

 

- Observa amigo, tiene más de 500 años -me dijo.

 

No sin cierta dificultad pude leer parcialmente la vieja inscripción tallada en la roca que decía:

 

“Salí de Koptos por el camino trazado. (...) Los exploradores abrían la marcha, los hijos del desierto formaban la retaguardia. Todos los escribas de Su Majestad estaban a mis órdenes(…) Salí con un ejército de tres mil hombres, transformé el camino en río, el país rojo en un prado. Di cada día un odre, un bastón, dos jarras de agua y veinte panes a cada hombre. (...) Hice doce pozos en el uadi, dos en Iaheteb, otro en el punto en que se unen las aguas (...) Alcancé el Gran Verde, hice el barco y lo equipé. (...) Llevé todos los productos que encontré en las dos orillas de Tonutir (...) Volví por Uag y Rohanw“

 

Pero prosigamos.

 

El sendero estaba bien marcado, Nehesi nos condujo con seguridad y pocos días después, sin problema alguno, alcanzamos la orilla del mar.  Nuestra gente celebró con muestras de alegría  su vista.

Por fin salíamos del desierto.

 

No muy lejos pudimos contemplar los espléndidos barcos que anclados se mecían en la playa.

 

Mientras el grupo descansaba y se refrescaba, Nehesi y yo fuimos al encuentro del grupo de personas que nos aguardaban.

Eran el marino responsable de su construcción y su equipo:

 

- ¡Salud!  Veo que habéis cumplido la palabra dada. Os presento a Sen-en- Mut, Gran Visir y amigo -dijo Nehesi, saludando a los que nos esperaban.

 

Tras las presentaciones y cortesías de rigor, nos acomodamos para comentar las peripecias y aventuras propias de amigos que llevan mucho tiempo sin verse. Luego, después de dar las órdenes pertinentes pasamos a inspeccionar las embarcaciones al tiempo que Nehesi saludaba al personal que los guardaba, muchos conocidos suyos a los que me presentó.

 

Como estaba previsto, se programaron unos días para hacernos con el manejo de las nuevas naves y, tras unos días de descanso, nos despedirnos de nuestros amigos que navegaron de vuelta a su hogar con los muchos regalos que les trajimos. Pronto, su esbelta nave se perdió en el horizonte.

 

Y así, una vez más nos pusimos manos a la obra acomodando pertrechos, estibando mercancías y alojando a las personas para la travesía.

 

Al día siguiente, con viento favorable, salimos a mar abierto.

 

Navegamos paralelos a la costa del Mar Rojo, hacia el Sur. 

Gracias a los vientos casi constantes que soplaban a favor, nuestro viaje no fue más largo. 

Aún así duró dos meses…

 

La vida a bordo era algo monótona pero entre la novedad, el buen tiempo, los especímenes que sacábamos del mar y la buena camaradería existente, apenas hubo incidencia alguna a no ser los accidentes propios en este tipo de singladuras.

 

Eso sí, el paisaje cambiaba poco:  Constantemente, a babor teníamos la inmensidad del mar.

 

El paisaje a estribor era de una homogeneidad pasmosa. Día tras día, veíamos lo mismo: infinitas playas de arena prácticamente deshabitadas.

 

Sólo desembarcábamos al atardecer para pasar la noche en tierra.

 

No llegamos a contactar con nadie.

 

La monotonía del paisaje sólo se veía alterada de cuando en cuando por alguna elevación de escasa altura, que se dejaba ver en la lejanía, que fueron haciéndose más frecuentes y más altas al ir avanzando hacia el sur. 

 

Durante la primera mitad del segundo mes de travesía pudimos ver a lo lejos una serie continuada de montañas.

 Algo más adelante atravesamos un grupo importante de islas. No habíamos encontrado ninguna hasta ahora. Eran islas pequeñas, a excepción de una mucho mayor, que dejamos a babor cuando atravesamos el estrecho que quedaba entre ella y la costa.

 

Tampoco vimos habitante alguno, no sé si porque no los había o simplemente porque se ocultaban de nosotros. Desde luego, no vimos ninguna edificación que los denunciase.

 

Tras dejar atrás el archipiélago, continuamos bordeando la costa, más parecida a la que habíamos traído todo el viaje, sólo que algo más abrupta y rocosa. Como novedad, a babor fue apareciendo otra línea de costa muy lejos que cada vez parecía estrechar más el mar por donde navegábamos.

 

Doblamos un cabo que dio paso a una extensa bahía. Ésta se prolongaba hacia la salida del sol.

El mar parecía extenderse hasta casi llenar el horizonte.

Delante de nosotros se extendía una línea de costa profunda, a resguardo del viento. Era muy llana con un dosel de montañas al fondo.

 

Y junto al mar vimos lo que parecía un poblado sobre el agua: Resultó ser un conjunto de chozas cónicas levantadas sobre pilotes en las se penetraba por medio de escalas.

Observamos que los habitantes eran gente de piel tostada, muchos tenían barba.

La tierra era fértil y rica.

Para entablar contacto con ellos, se organizó una embajada.

 

Fuimos escoltados por nuestros soldados y acompañados por los capitanes de los barcos hasta la presencia del jefe de la ciudad que nos recibió acompañado por su esposa, su hija y otros personajes principales. Tras el intercambio de obsequios y las necesarias presentaciones, pudimos comprobar cómo confraternizaban nuestros hombres con el pueblo que acudió a recibirnos... por sus expresiones pensé que los nativos no tendrían muy a menudo novedosas visitas de forasteros procedentes del mar.

 

Ofrecimos a las autoridades las mercancías que les habíamos traído. Ellos a su vez nos obsequiaron con diferentes tipos de maderas, jabalinas, animales exóticos salvajes, marfil, pieles, oro y electrum.

 

No olvido la mirra. Sabed que Punt es un país famoso por su mirra. Nos trajimos árboles, que  se transportaron en canastas, para su cultivo en casa. 

 

Tras estos primeros días de contacto, tuvimos una corta estancia para reponer fuerzas que se nos hizo muy larga por nuestras ganas de volver a casa.

Una vez cargados los barcos y bien aprovisionados de alimentos y de agua, fuimos Nehesi y yo a despedirnos de las autoridades que tan amablemente nos habían acogido.

 

Nehesi estaba contento, pensaba en la próxima vuelta, en su casa y en su porvenir por el objetivo principal cumplido. Además, ninguna expedición habría vuelto antes con semejantes riquezas.

Yo no podía estar más de acuerdo con él.

 

Añado que se recogieron numerosas especies de fauna y flora durante la expedición.

 

Y así emprendimos el camino de vuelta.

 

Entre los barcos tan cargados y los vientos variables que encontramos, la vuelta no se nos hizo tan favorable como cuando vinimos. Resultó más agotador pues hubo que usar los remos a menudo. Si no, abocados a esperar vientos favorables, sólo los dioses saben cuánto se hubiese retrasado nuestra vuelta...

 

Después de 5 largos meses de viaje llegamos a los Lagos Amargos, una zona pantanosa de marismas en la zona costera norte del mar Rojo…

 

¡Ah, pero ya casi estábamos en casa!

 

Tras 10 jornadas más navegando por canales y entre  inmensas extensiones de papiros, avistamos Menfis.

 

No voy a explayarme en cómo fue nuestro recibimiento.

 

Os lo podéis imaginar.

Baste decir que desde el Delta hasta la propia Tebas las orillas se veían invadidas por una multitud que nos aclamaba, que nos agasajaba, que salía a nuestro encuentro en embarcaciones de todo tipo entre música y vítores.

 

El Nilo era una fiesta a nuestro paso.

 

En poco más de 20 jornadas avistamos Tebas.

 

Así se llevó a cabo nuestra aventura, dando cumplimiento al deseo de nuestra Reina y al mandato que recibió de Amón, tal y como dejé grabado en la piedra del templo que construí para Ella:

 

”Navegando, llegando en paz, viajando hasta Tebas con el corazón alegre. Jamás se trajo nada igual a esto para ningún otro rey desde el principio del tiempo...

Cargados los barcos con las maravillas del País de Punt: todas las buenas maderas aromáticas de mirra, ébano, marfil puro, oro verde de Amu, madera de cinamomo, madera-hesyt, incienso, pintura de ojos, monos, babuinos, perros, pieles de pantera del sur, y siervos y sus hijos.”

 

 

Este viaje constituyó un gran logro para la política de la Reina, que así aumentó su prestigio y fortaleció su poder. También fue muy importante para mi amigo y para su carrera.

 

Para mí que ya lo tenía todo, sólo supuso un acto más de amor hacia Ella.

 

Me sentía muy feliz porque Su Majestad tenía en Nehesi un fiel servidor  y yo un amigo.

Esta es la aventura que compartí con él y doy fé de su lealtad y valía.

 

Adiós, Nehesi, amigo. Tras todos estos años la imborrable huella de tu amistad refresca mi mente en estos días aciagos, cuando después de poseerlo todo, sólo soy dueño de mi memoria.

Nehesi, el recuerdo de tu amistad es mi único apoyo cuando todo lo que he amado se está yendo: Primero Neferu-Ra, luego la Señora.. por último tú.

 

Que los dioses te protejan allá donde estés.

 

Adiós Señora, quieran los dioses que no se nuble nunca tu memoria. Que pervivas para siempre, como lo harás en mi corazón.

 

 

 

 

@ 2016 Sebet 



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