viernes, 14 de agosto de 2020

KIYA, LA SEGUNDA ESPOSA DE AKHENATON

Kiya, la “Muy Amada Esposa del Rey del Alto y Bajo Egipto, el que vive en la verdad, señor de las Dos Tierras, Neferkheprura-Waenra, el divino hijo del Aton viviente y que vive por siempre y eternamente, Kiya”. (Reeves: Akhenaton, el falso profeta de Egipto).

Éste era el título que ostentaba Kiya, la segunda esposa de Akhenaton. Hay muy poca información sobre este personaje, del que no se sabía ni su existencia hasta 1.959, cuando fue descubierto su nombre grabado en una jarra cosmética.

Según algunos historiadores, como Manniche, puede que sea la última reina de Mitanni, llamada Tadu-Hepa, que llegó a Egipto para casarse con Amenhotep III, y que, al encontrarlo fallecido, fue tomada por Akhenaton como esposa.

Se la consideraba una mujer cruel, que pudo estar detrás de los excesos de Akhenaton en la corte. Debió ser una amenaza para Nefertiti. No participó en la vida política ni religiosa de Amarna, se limitó a ejercer de esposa  y fue un personaje muy querido por el rey.

Es posible también que fuera la madre de Tutankhamon, en cuyo caso, éste sería hijo de Akhenaton. Aunque también se conjetura mucho con ese tema.

Cuando Kiya murió, sus estatuas fueron destruidas, y sus inscripciones borradas y sustituidas por el nombre de Merit Aton. No se ha encontrado su momia, pero su sarcófago y vasos canopes fueron hallados por Theodore Davis en la Kv-55, en 1.907, reutilizados como enterramiento alternativo para Akhenaton.

Como habréis comprobado, Kiya es un personaje muy poco conocido, y del que sólo podemos encontrar hipótesis basadas en descubrimientos muy puntuales. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que fue la esposa de Akhenaton.


Marta Pérez Torres (Akesha)

1 comentario:

  1. Dado que el faraón Ay llamó alguna vez hijo suyo a Tutankhamon, quizá ello signifique que Kiya, como quizá también Nefertiti y Mut-Nedjemet, era hija de Ay. La sustitución de un faraón o reina por otro en monumentos se ha considerado damnatio memoriae, pero no lo era en todos los casos. Se sabe que, por ejemplo, Ramsés II ponía su nombre en los monumentos de los faraones que más admiraba y con los que deseaba identificarse. Por ello, la sustitución de Kiya por Merit-Aton quizá no significara una caída en desgracia sino todo lo contrario.

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