¡Te saludo, oh, Dorada,
soberana del Sol, uraeus del Señor Supremo!
Tú, la misteriosa, la que da vida a las divinas entidades,
la que da forma a los animales, moldeándolos a su capricho,
la que moldea a los hombres...
¡Oh Madre!... Tú, la luminosa, la que obliga a retroceder
a la oscuridad, la que ilumina a los seres humanos
con sus rayos.
Te saludo, oh, grandiosa, la de los múltiples nombres...
¡Tú, de quien provienen las divinas entidades
en tu nombre de Mut-Isis!
¡Tú, que haces respirar a la garganta,
hija de Ra, a quien esputó de su boca
con el nombre de Tefnu!
¡Oh Neit, que apareciste en tu barca
con el nombre de Mut!
¡Oh, madre venerable, tú que doblegas a tus
adversarios con el nombre de Nekhebet!
¡Oh, tú que sabes cómo emplear con justicia
el corazón, tú que vences a tus enemigos con el nombre de Sekmet!...
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